Agostina Pitton
El coro de lengua de señas, de Punta Alta |
¿Qué fue esto? Una expresión lo
suficientemente fuerte, que las motivó a querer marcar un cambio. El viernes 20
de noviembre entonces, a las 19:30, se puso en marcha su proyecto en la Plaza
Rivadavia de nuestra ciudad.
“Estoy pensando algo muy loco, pero necesito
alguien tan loco como yo para que me acompañe. Y esa persona sos vos,
Angie”-fue la manifestación que le hizo entonces Patricia a su compañera. Fue
así que surgió esta propuesta: un día cualquiera, sin banderas religiosas,
políticas, ideologías determinadas, juntarse todos a compartir. Todos, sabiendo
que fue una iniciativa para grandes y chicos, para clases altas, bajas, señores
de saco y malabaristas, por así nombrarlo.
Una jornada que llevara al respeto mutuo y a la integración.
“A los sirios y a los franceses
los van a matar, pero a nosotros también: del dolor nos van a matar. Enfrente a
una pantalla, todo el tiempo encerrados; por cualquiera de los dos lados te
quieren sembrar el terror. En realidad más paqueta, pero al fin y al cabo, lo
mismo. Salgamos a la calle y hablemos”- reflexiona Patricia, cuya carga emotiva
se siente desde antes de comenzar la entrevista.
Fue entonces que empezaron a
hablar a susurros tímidos y, ante la convocatoria que empezaron a tener en la
red social Facebook, se animaron a llevar a cabo su cometido. “Hablamos
entonces con el grupo ‘Jóvenes por un mundo unido’, que es una organización
ecuménica; también contactamos a un grupo de lengua de señas de Punta Alta, que
vino a cantar tres canciones; y por último, Silvia, una señora cercana al
movimiento de los primeros chicos, se hizo también presente con su música,
además de algunos jóvenes malabaristas.”
Justamente, el encuentro se llamó
‘Por la humanidad’, para hacer hincapié en el ser humano. “Ninguna bandera pero
a la vez todas-aporta Patricia-, porque es desde los creyentes hasta los no
creyentes, como yo.” En el encuentro también se hizo presente una mujer de
nacionalidad siria, la cual se mostró abiertamente muy emocionada, dado que
toda su familia se encuentra en el lejano país. “De eso se trata- comenta
Angie-, porque ella se acercó a agradecernos el encuentro, por la empatía que
se generó, y porque, a fin de cuentas, todos estamos preocupados. Sembramos
alegría y varios se acercaron a agradecer, porque lo de Siria o Francia es un
detonante de lo que pasa todos los días; entonces poder llevar esto adelante,
tratando de agrupar a todos, dándonos cuenta que todos tenemos la misma
condición humana, nos invita a seguir y, a partir de ahí, comienza a surgir el
respeto por la vida, la tolerancia, el amor, la paz, y todo este dolor.”
La reflexión última es la
siguiente: “Yo creo en el cambio, porque esta semillita es un montón. En
nosotros por ahí no, porque ya estamos perdidos, pero sí en los nenes
chiquitos, que hoy estuvieron acá, que son los futuros pensadores de los
futuros conflictos.-detalla Angie.- En otras partes del mundo también se
hicieron estos encuentros, espontáneos y auto convocados, en que se expresa la
gente común y la semilla se planta de verdad, por convicción.” Y culmina- “Vamos
a dejar que se vaya construyendo. No somos de las que provocan y que arman: no
nos gustaría que se gestara una fecha determinada por mes… Queremos que sea una
suma de voluntades, que un día cualquiera surja de juntarnos. Lo importante es
poder encontrarse en persona, y poder dar un abrazo al otro. Este es el cambio
más grande, porque empieza de la base, desde el pie, desde adentro, y es el que
hace mover todo.”
Para darle un cierre portentoso
al encuentro, hasta nosotros recibimos ese abrazo prometido al apretar el botón
de stop del grabador y partir rumbo a nuestras casas.
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