Por Sebastián Ahumada
Alberto Spagnoli y su esposa. |
El domingo 8 de septiembre a las 14, se
realizó el 33° Encuentro de “Mateando
en las vías dormidas” en la vieja estación de tren Napostá, 30 kilómetros
distantes de la ciudad de Bahía Blanca. Se expusieron más de 500 mates, yerba
de Argentina, Paraguay y Uruguay y contó con la presencia de más de 60
personas. Este evento es realizado y organizado por la señora Marta Dehumará desde el
25 de mayo del 2009.
La primera juntada fue por causalidad en
Estación Faro, Partido de Coronel Dorrego, con la excusa de festejar el día de
la patria y con la necesidad de expresarse como coleccionista de mates. Hoy
Marta tiene 18 años de antigüedad en el rubro.
La idea de hacer la muestra por diferentes
estaciones ferroviarias surgió de Marta y del grupo de entendidos que la
acompañaron ese día en la exposición. Desde allí, se continuó con esta
modalidad y amén de contar con una sala de muestra, Marta y sus compañeros
tuvieron la necesidad de llevar sus colecciones por las estaciones próximas a Bahía
Blanca. Marta recorrió junto a sus compañeros distintos lugares, tales como
Cabildo, Cura Malal, Coronel Suárez, Buenos
Aires y la localidad de Correa, Indiondo, Santa Fe.
Este domingo le tocó al paraje NAPOSTA, un
lugar constituido por la estación de tren, un almacén de ramos generales, la
escuela 45, varios galpones y edificaciones, que hoy a 125 años de su creación
están en muy mal estado de conservación a causa del abandono y la desidia.
En estos encuentros se pueden observar
numerosos modelos de mates, se conversa de las disímiles modalidades de
preparación de la infusión, distintos tipos de yerbas y de las historias
propias de ese lugar.
Por ejemplo en Napostá, se encontraba don
Alberto Spagnoli, un hombre de 71 años que nació, se crio y trabajó junto a su
padre en un campo aledaño a la estación. Él, por razones laborales tuvo que marcharse de allí, pero
hoy después de 35 años vuelve a su lugar para recordar y compartir entre mate y
mate sus historias y vivencias con los concurrentes a la mateada.
Alberto cuenta que desde chico la estación era
el punto de encuentro para los lugareños. Al costado de la estación está el
almacén de ramos generales, donde también funcionaba “el boliche”,
lugar de amistad, jolgorio y cultura.
“Los domingos se juntaban allí a tomar un
trago y jugar barajas” recuerda Alberto y comentando sobre las diferentes
edificaciones del paraje. “Aquel galpón se usaba para las encomiendas y en el
cuartito de cambios, pieza pegada al galpón, vivía el ayudante del jefe”.
Separados por 150 metros hay otro galpón, este es más grande y de chapa “¿y ese
otro galpón más grande?, ahí se hacían los bailes de la cooperadora de la
escuela” explica Alberto. “Calculá ese galpón en invierno con 4 grados bajo
cero”. Recuerda que había que calentarlo con estufas a kerosene e iluminarlo
con faroles Petromax. Otro pasatiempo era la práctica de fútbol al costado de
la vía, “ahí había una canchita de fútbol, del club ferroviario” comenta
señalando desde su reposera hacia el campo, a 50 metros de la vía.
Al igual que Alberto, había varias personas
con diferentes historias y vivencias, que se iban contando entre sí como en
épocas antiguas, pasándose las enseñanzas y la cultura, de boca en boca. Así
pasaban las horas y la gente muy gustosa se quedaba al costado de la vía
parloteando, como esperando que abriera “el boliche” o se hiciera otra vez el
baile de la escuela. Allí se quedaron hasta el atardecer, compartiendo en
cordial fraternidad la infusión que caracteriza al argentino, el mate. Allí se
quedaron ellos, sólos, sin ruidos de trenes ni de la ciudad, “mateando en las
vías dormidas”.
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