Por María
Cristina Gallo
Edificio del Museo de Ingeniero White, ubicado en esquina de Guillermo Torres y Cárrega |
Es plena
primavera y el sol, los cantos de los pájaros y el lejano ruido del Puerto, dan
marco al edificio dónde funciona, dónde desde 1987, el Museo del Puerto de Ingeniero White.
Está enclavado en esquina de Guillermo Torres y Cárrega
de esta localidad y fue construido en 1907 por la empresa inglesa
“Ferrocarril del Sud” para la Aduana del Puerto. Es una típica casa de chapa montada sobre
pilotes, con pisos y galería de madera.
En el
parque, que lo rodea y le da marco, podemos encontrar durmientes de quebracho
colorado traídos del Chaco y clavados por los obreros del Ferrocarril del Sud
cuando el tren llegó a Bahía Blanca en 1884 o adoquines cortados a maza y
pinchote provenientes de las canteras de Tandil a principios del siglo XX.
También, esparcidos, vitas para el muelle ferroviario, un cabestrante para
levar anclas y un pilote para sostener el muelle de hierro. Nota de color lo da
el kiosco fabricado en una metalúrgica bahiense, el surtidor de Y.P.F. que
expedía nafta a las cuarenta embarcaciones de pesca que había sobre 1930 y una
lancha pesquera construida en 1898. Plantas y flores se escapan entre los
durmientes y adoquines del parque. También su patio, armado utilizándose ollas,
neumáticos, bidones, lavarropas y cajones de pescado.
Quien lo
recorra su interior, pronto podrá darse cuenta que no es un recinto lleno de
viejos objetos, es mucho más. En él nos encontramos no sólo con la historia del Puerto y de Bahía
Blanca, sino con la historia del país todo. En sus diez Salas, podemos
encontrar una amplia variedad de objetos
de la vida cotidiana utilizados por los pobladores del lugar, fundamentalmente
inmigrantes que llegaron de España, Italia, Grecia, Croacia y otros países para
trabajar en tareas específicas del puerto, en la pesca o el ferrocarril. Cartones de latón pintado, zapatos,
sombreros, juguetes, libros de lectura, elementos del ferrocarril, almanaques, fotografías
y cartas dispuestos en las paredes o en vitrinas. Grandes fotopaneles cuelgan
de las paredes e ilustran sobre acontecimientos y problemas actuales relativos
a la pesca y la contaminación y otros. También
se puede observar “montadas” escenas antiguas: así pupitres en una de las salas
conformando un aula o una barbería para caballeros en otra. Imposible no fantasear
retrotrayéndonos a esas épocas y preguntarnos ¿quiénes se sentaron allí? intentando
imaginar sus rostros.
Es
lindo recorrerlo porque es una constante ida y vuelta entre lo cotidiano y el
mundo de la producción, la historia local y la nacional. En la Sala El Tren:
hay un cartel que sintetiza la historia
de Ingeniero White y de la Argentina y el modelo agroexportador de esa época,
dice: “White fue un producto típico de la generación del ‘80: capital inglés,
mano de obra inmigrante, pampa y océano para llevar el cereal a Europa. Agua, electricidad, ferrocarril: el progreso
era un negocio y un contrato; se terminó y los ingleses se fueron”. También hay
una referencia a la nacionalizan los ferrocarriles.
Lejos está que encontremos en este
Museo el silencio propio de éstos. Hay sensores que activan sonidos y voces a
medida que lo transitamos. Se pueden escuchar los silbatos del tren en la Sala
del Ferrocarril o la voz de la maestra dirigiéndose a sus alumnos en la Sala de
la Escuela, también discursos y relatos; todo, mientras oímos el crujir de sus
pisos de madera cuando los caminamos.
Pero su propuesta no se queda en lo
expuesto, el área educativa del Museo propone talleres, grupos de trabajo, visitas,
conferencias y presentaciones
de libros y discos. Músicos
populares visitan y exponen su arte en la Sala-Aula de Cocina mientras el
público degusta platos, dulces o salados hechas por vecinos, strudell, masitas griegas o la selva negra, todos
surgidos del menú cotidiano de los
inmigrantes y sus descendientes. El museo ha publicado libros de recetas y de
historias de vida que hablan del trabajo, la producción y de Ingeniero White. Está
administrado por el Instituto Cultural de la Municipalidad de Bahía Blanca y se
encuentra abierto de lunes a viernes de 9 a 12 y los sábados y domingos de 15 a
19. En este Museo
son tan importantes los objetos como las personas, el pasado como el presente,
su mensaje permanente es el de un Museo que
está vivo y que late junto a la población de Ingeniero White y Bahía
Blanca.
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