Este sábado por la tarde se llevó a
cabo una feria en la Casa del Pueblo (Saavedra 282), con el fin de ayudar
económicamente a Elena. Ella es una joven que sueña con viajar a Polonia para
conocer lo que fue de los hermanos de su bisabuelo.
A los once años, Elena Cuomo leyó
por primera vez el Diario de Ana Frank. Desde ese momento, no pudo dejar de
pensar en el Holocausto. “Había como un sonajero ahí adentro”, explica. Su
búsqueda por respuestas apenas comenzaba cuando su mamá le contó que su
bisabuelo había sido un judío que logró escapar de la guerra en 1937, año en el
que vino a Argentina. “Cuomo” es el apellido que figura en su documento, pero
su verdadero apellido materno es Jakubowicz, de origen Polaco.
En conjunto con su interés por el genocidio judío perpetrado por los
nazis, surgió también su inclinación a saber más sobre derechos humanos y
acerca de la última dictadura argentina (1976-1983).
Elena sentía que tenía una “identidad no palpable”: no conocía a sus
antepasados, ni qué les había deparado la Segunda Guerra Mundial. Su bisabuelo
arribó a Argentina con algunos de sus hermanos, pero otros cuatro quedaron en
Polonia, enfrentando una feroz campaña antisemita. Zyrardow es el nombre del
pueblo en donde vivían. Un tercio de la población total era judía. Sólo una
persona sobrevivió.
Después de un largo tiempo de investigación, la joven logró contactar a
una mujer que vive allá. Ésta pudo localizar la casa en donde vivió la familia
Jakubowicz desde 1906 hasta 1914 aproximadamente. Finalmente, logró saber que a
su familia se la llevaron al Gueto de Varsovia, para luego trasladarlos al
campo de exterminio Treblinka. Así fue como un día le dijo a su mamá “este año
me voy a Polonia”.
A pesar de reconocer que, probablemente, saber qué sucedió exactamente
con sus familiares va a ser una tarea imposible porque la mayoría de los
documentos fueron destruidos; Elena espera encontrar un poco más de información
sobre ellos. Sus planes consisten en un viaje de dos meses por Polonia, a lo
largo de Diciembre y Enero, conociendo todo sobre celebraciones polacas.
En la feria era posible comprar remeras de distintos estampados, pines,
stickers, parches modernos para la ropa, tinturas para el cabello, ropa usada,
productos cosméticos, accesorios tecnológicos, entre otros. Incluso había un
puesto de comida típica judía vendiendo rugel de manzana y papas, pletzales,
falafel, leicas, babka de chocolate y kniches de papa.
Música rock y jazz inundaba el salón principal, junto con un aroma a
sahumerio. A partir de las 19:00 hs comenzó un show de música y poesía en vivo,
mientras que la feria se trasladó al “salón de la mujer”. Quienes vendían en
los pequeños puestos atendían a los interesados mientras el mate no paraba de
dar vueltas. A un costado, una caja negra decorada con brillos y un corazón que
decía “dejá tu colaboración”.
“Ahora entiendo por qué me interesan ciertos temas y ciertas cosas”,
confiesa Elena. “Hay cuestiones de mi familia que empiezo a entender recién
ahora”. Frente a la pregunta acerca de sus sentimientos respecto al viaje,
sonriendo responde: “No lo creo, es algo que esperé mucho tiempo. Que se esté
concretando…”.
No tiene palabras, sólo espera poder reconstruir parte de su identidad,
sin la cual se siente incompleta.
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