lunes, 27 de mayo de 2019

Cómo evitar el síndrome Túpac

Por Paola F
Las diferencias y conflictos de los adultos
no tendría que repercutir en los hijos

Las separaciones conflictivas suelen deparar inconvenientes y más cuando hay hijos. Ya que es muy importante que los padres sean conscientes de su rol de adultos en la relación con ellos, por lo que no deben hacerlos tomar partido ni transformarlos en informantes. 

Para los hijos los padres representan siempre un sostén y en cierta forma son quienes garantizan que nada les puede ocurrir. Frente a esto, cuando en las parejas se producen separaciones alejadas de los buenos términos, los hijos padecen ante el descontrol y quedan desarmados e indefensos, especialmente en la infancia. 
Es así que pueden quedar en un lugar de rehenes donde los ubican sus padres, que tironean de sus sentimientos y emociones dando lugar a lo que se conoce como el síndrome de Túpac Amaru, el cacique torturado y desmembrado por los españoles con cuatro caballos. 

De tal forma, la Licenciada en Psicología especializada en familias, Diana Unamuno - M.N 124371 sostiene que: “Hay padres que ubican a sus hijos en un preocupante lugar cuando el conflicto con los ex gobierna sus emociones. Cargándolos de angustia frente a la disyuntiva de no maltratar a sus progenitores que sufrieron como protagonistas involuntarios e indefensos. 
Los hijos necesitan padres que establezcan puntos de acuerdo para que la crianza siga una misma línea en las cuestiones básicas de educación. Si los progenitores están separados, en las casas de ambos tienen que establecerse también reglas parecidas y homogéneas respecto del uso de tecnologías, horarios de sueño, higiene, alimentación y estudio”. 

Vale destacar que en tal sentido, los hijos no pueden vivir realidades opuestas, por lo que la casa de la madre y la del padre no deben ser universos paralelos con normas diferentes, porque se establecen señales equívocas y confusas que producen daños cuyas consecuencias se evidencian tanto en el presente como en el futuro. 

La Psicóloga Unamuno señala que: “Esto dependerá de cómo fue el vínculo de los padres antes del divorcio y cómo éste fue explicado. Si los padres tuvieron una separación consensuada y respetuosa, entonces no se perderá el vínculo con los progenitores y el camino será más llevadero. 
Por otro lado, si hubo discusiones, los hijos ya vivieron momentos de gran conflicto, inseguridad, miedos y los hijos deben sentir que no son culpables de lo sucedido y que mantienen el amor de mamá y papá. 

Todo niño o niña tiene derecho a saber la verdad, porque si bien no evitará el dolor, al menos habrá lugar a las preguntas y esto irá dando mayor estabilidad y una mejor organización emocional”. 
Si bien el divorcio marca el fin de la convivencia y de los planes de la pareja, en una decisión más o menos conflictiva que ambos miembros deben asumir como adultos. La Licenciada expresó que: “Cuando hay hijos, la noticia de que los padres no vivirán en la misma casa siempre es traumática y la reacción emocional tendrá diferentes expresiones según el momento evolutivo que transiten. Por ende, a los hijos les es muy difícil entender la diferencia entre la función paterna/materna y la relación de pareja”. Además agregó que “las consecuencias emocionales son inevitables: trastornos en el sueño, alimentación, berrinches, caprichos, silencios, aislamiento, recriminaciones”. 

En algún momento, muchas parejas que deciden separarse eligieron compartir juntos la aventura de ser padres, por lo que esto no tiene que diluirse en el odio acumulado. Es cierto que no comparten el amor entre sí, pero de todas maneras sigue existiendo en común esa persona que tanto aman.

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