La feria, un espacio para compartir cultura

Guadalupe Goñi

El stand de Eduardo, vendedor de libros.

Este sábado por la tarde se llevó a cabo la 49° edición de la Feria de Música y Literatura, en la Estación Sud (Avenida General Cerri 750), festejando también sus cinco años de vigencia.

“Tinga” y sus compañeros comenzaron juntándose en recitales y conectándose por facebook para vender, comprar o intercambiar libros, discos de música, vinilos, entre otros. Un día, allá por el 2013, tuvieron la idea de crear una feria para que más gente como ellos pudiera disfrutar de este tipo de artículos. Empezaron feriando en el salón de la radio FM De la calle, y de a poco fueron creciendo, tanto en clientes como en feriantes. Desde hace tres años están con sus pequeños emprendimientos en la Estación Sud, una vez por mes, generalmente el primer o segundo sábado. El segundo o tercer domingo del mes también están presentes en el Parque de Mayo, pasando la arcada. Allí son cerca de treinta feriantes.

Tanto camino recorrido también requirió de la ayuda de la municipalidad, que ofrece de manera gratuita los espacios para la feria y, a su vez, les recomendó la organización de una comisión para una mejor administración de las diversas tareas. “Es más para organizarnos que por jerarquías”, cuenta Tinga, el presidente. Cada uno tiene su tarea específica, pero las decisiones se toman en conjunto. Todos aportan ciento cincuenta pesos por mes, aproximadamente, para la reparación o compra de mesas, tablas, y así como también para la fabricación de merchandising con el logo identitario de la feria.

El ambiente es más bien rockero, al igual que la mayoría de los discos musicales, vinilos y cassettes que están a la venta. Van desde el rock nacional hasta el heavy metal. En cada feria se presenta a tocar una banda distinta, local.

César es el feriante más reciente. Lleva cerca de siete meses en la feria. Su padre era locutor de radio y él lo ayudaba, hasta que el mayor falleció y César entró en un período de depresión. Un día vio los discos viejos y se propuso venderlos todos. El ambiente amigable y cálido de la feria y sus participantes lo hicieron quedarse por mucho más tiempo de lo planeado y hacer de esa primera motivación, un pequeño negocio.

Florencia y su hermano tienen un stand de libros, usados y nuevos, actuales y clásicos. Su abuelo vendía libros y así fue como empezaron con la iniciativa, “tomando la posta”. De chiquita Florencia ya sabía que los libros iban a ser siempre parte de su vida. “Me encantaría poder vivir de esto”, comenta mientras se muestra preocupada por el descenso de ventas producto, mayoritariamente, de la situación económica inestable del país. “Por eso tenemos como una filosofía que es poner precios accesibles”.

Alejandro es uno de los organizadores principales, junto con Tinga. Él tenía una disquera hace más de veinte años, después de un tiempo la cerró y se dedicó a estudiar. Actualmente es docente de historia, y la venta de cds, vinilos, revistas de la década del setenta, son sólo una actividad secundaria. A diferencia de Florencia y su hermano, Alejandro siente que “tiene rachas”: “a veces me sorprendo por las buenas ventas y a veces me sorprendo por las malas ventas”.

La mayoría de los feriantes concuerda en que las redes sociales son un fenómeno espectacular para la promoción y venta de este tipo de pequeños emprendimientos. “Entre una feria y la otra, vendiendo por facebook tengo la misma cantidad de ganancias que en una de ellas”, se escucha por ahí.

La feria termina cuando el aire se pone fresco, el sol emprende su recorrido para ocultarse tras el horizonte y los feriantes empiezan a guardar todo en cajas, mientras que suena la música de la banda que está tocando y la gente se amontona, con las camperas ya puestas y algún libro o cd en la mano, para escuchar y aplaudir.