jueves, 16 de octubre de 2014

Una voz ancestral que reclama

Por María Cristina Gallo
Fabiana Mendez leyendo el manifiesto
(foto Mirta Bertolli)
El pasado fin de semana se realizó en la Plaza Rivadavia de Bahía Blanca el “XXIII Encuentro Nacional de Artesanos”. Ahí, casi 400 artesanos de todo el país expusieron su saber y experiencia a través de sus producciones en cuero, piedra, metal, tela,  resina, arcilla y otros elementos naturales. También hay música, bailes y artistas callejeros. 
Entre otros músicos en el encuentro se encontraron representadas diversas culturas de los Pueblos Originarios mapuche, ranquel y coya: Millaray Nahuelpa, música mapuche; Bernabé Mamani música andina; el “Grupo Patagón” música intercultural, “Banda Andina” música andina, “América Morena”;  baile folkórico y Daniel Ramires,  música mapuche.

En consonancia con el “Día del Respeto por la Diversidad Cultural”, el viernes la organización “Mapuche Kumelen Newen Mapu” –cuyo significado es “Estar en armonía con la Tierra”- hizo sentir su voz a través de un documento que leyó de Fabiana Méndez , miembro de la agrupación. En el mismo ratificaron que para los Pueblos Originarios el 11 de Octubre sigue siendo el último día de la libertad y el comienzo de la resistencia, denunciando el avasallamiento que vienen sufriendo desde la Conquista española hasta nuestros días.  Resaltan que se siguen firmando acuerdos y vendiéndose su ñuke mapu (tierra) en pro de un supuesto progreso o bienestar. Denuncian la contaminación, que produce enfermedades y daños irreparables en el entorno natural mediante la minería-fracking, los buques gasificadores, los agroquímicos, los desmontes, las represas, los derrames de petróleo, entre otros, a la que Bahía Blanca no queda exenta. El documento es un llamado a toda la sociedad para la reflexión, a fin de lograr un cambio y para que se comprometa con el respeto a la Naturaleza para vivir en armonía envueltos en la fuerza de  los ancestros. En la cultura Mapuche el cuidado de la vida es de enorme relevancia, es el centro del conocimiento y de la reproducción cultural.
Cerámica mapuche (foto Mirta Bertolli)
La Campaña al Desierto de Juan Manuel de Rosas fue una campaña militar que el ex gobernador realizó entre 1833   principios de 1834, para someter a la obediencia criolla a los indígenas del desierto o la tierra adentro, terminar con los malones, rescatar los cautivos, incorporar tierras para la agricultura y la ganadería. Esta Campaña de Rosas implicó el despojo de tierras que fueron repartidas entre los expedicionarios como premios con un el saldo fue de 3200 indígenas muertos y 1200 prisioneros. Más tarde llegó la Conquista del Desierto, otra campaña militar llevada a cabo cruelmente por Julio Argentino Roca entre 1878 y 1885, que anexó un área de 15.000 leguas cuadradas ocupadas cuando menos por unas 15.000 pobladores originarios,  pasando a 14.000 el número entre sus muertos y prisioneros. Las tribus que sobrevivieron fueron desplazadas a las zonas más periféricas y estériles de la Patagonia. Unos 10.000 nativos fueron tomados prisioneros, algunos enviados a Buenos Aires, donde los separaban por sexo, a fin de evitar que procrearan hijos. A las mujeres las repartieron por los diferentes barrios de la ciudad para el servicio en casas de familia, mientras una parte de los hombres se envió a la isla Martín García, donde murieron, en su gran mayoría, a los pocos años de reclusión.
“Mapuche Kumelen Newen Mapu”, a través de Fabiana Méndez, indicó que su principal aspiración es que el Estado se comprometa al cambio, que respete los territorios que ocupan los Pueblos Originarios porque “la Tierra es parte nuestra, es nuestro hermano” y el Territorio tiene una cosmovisión ancestral”. Respecto a la Educación Intercultural, prevista en el art. 44 de la ley provincial 13.688, dice que  participan de la Mesa de Educación Intercultural y aspiran a que se eduque revalorizando la cultura y cosmovisión de los Pueblos Originarios mediante propuestas que contemplen una Pareja Pedagógica, un maestro y un hermano que sepa hablar de la cosmovisión. Todo en un marco de aceptación de las diferencias culturales, étnicas, de origen, religiosas, de sexos, géneros, generacionales, lingüísticas, físicas, entre otras.
Fabiana es profesora de telar Mapuche o witral El traspaso de este conocimiento es propio de las relaciones entre mujeres y ella lo aprendió de su madre. Se caracteriza por  una combinación de figuras geométricas para la construcción simbólica, dentro de éstas pueden distinguirse cuatro principales: rombos, triángulos, cuadrados y cruces. También Fabiana hace cerámica o metawe, habilidad aprendida de su padre.
Las mujeres Mapuche visten principalmente de negro, color que simboliza lo sagrado, la sabiduría o kimún  porque es la expresión de la amplitud del universo, de lo imposible de ser escrito. Usan el trariwe  que es una prenda de lana tejida que ubican en la cintura y se relaciona directamente con el resguardo de la fertilidad y la protección sagrada de donde se alojara la nueva vida, el útero. El trapel o trapelacucha es un adorno pectoral hecho en plata lo mismo que el trariwe que es un cintillo de plata que se pone sobre la frente.
Nuestra Constitución Nacional, a partir de la reforma de 1994, proclamó en su art. 75 inc.17: “Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respecto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades y la posesión y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan; regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, trasmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y los demás intereses que la afecten...”.

Veinte años ha pasado de esta reforma, ahora es tiempo que los derechos reconocidos a la Pueblos Originarios puedan ser ejercidos.

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