martes, 24 de noviembre de 2015

Bandera blanca a la vista

Agostina Pitton 
El coro de lengua de señas, de Punta Alta
Patricia Daloe, profesora de enseñanza especial, y Angie Del Santo, profesora de música, se encontraron hacía varias semanas en la escuela que trabajan, y su diálogo culminó de la siguiente manera: “Estoy triste, muy triste, por todo lo que está pasando en el mundo.”
¿Qué fue esto? Una expresión lo suficientemente fuerte, que las motivó a querer marcar un cambio. El viernes 20 de noviembre entonces, a las 19:30, se puso en marcha su proyecto en la Plaza Rivadavia de nuestra ciudad.
 “Estoy pensando algo muy loco, pero necesito alguien tan loco como yo para que me acompañe. Y esa persona sos vos, Angie”-fue la manifestación que le hizo entonces Patricia a su compañera. Fue así que surgió esta propuesta: un día cualquiera, sin banderas religiosas, políticas, ideologías determinadas, juntarse todos a compartir. Todos, sabiendo que fue una iniciativa para grandes y chicos, para clases altas, bajas, señores de saco y malabaristas, por así nombrarlo.  Una jornada que llevara al respeto mutuo y a la integración.
“A los sirios y a los franceses los van a matar, pero a nosotros también: del dolor nos van a matar. Enfrente a una pantalla, todo el tiempo encerrados; por cualquiera de los dos lados te quieren sembrar el terror. En realidad más paqueta, pero al fin y al cabo, lo mismo. Salgamos a la calle y hablemos”- reflexiona Patricia, cuya carga emotiva se siente desde antes de comenzar la entrevista.
Fue entonces que empezaron a hablar a susurros tímidos y, ante la convocatoria que empezaron a tener en la red social Facebook, se animaron a llevar a cabo su cometido. “Hablamos entonces con el grupo ‘Jóvenes por un mundo unido’, que es una organización ecuménica; también contactamos a un grupo de lengua de señas de Punta Alta, que vino a cantar tres canciones; y por último, Silvia, una señora cercana al movimiento de los primeros chicos, se hizo también presente con su música, además de algunos jóvenes malabaristas.”
Justamente, el encuentro se llamó ‘Por la humanidad’, para hacer hincapié en el ser humano. “Ninguna bandera pero a la vez todas-aporta Patricia-, porque es desde los creyentes hasta los no creyentes, como yo.” En el encuentro también se hizo presente una mujer de nacionalidad siria, la cual se mostró abiertamente muy emocionada, dado que toda su familia se encuentra en el lejano país. “De eso se trata- comenta Angie-, porque ella se acercó a agradecernos el encuentro, por la empatía que se generó, y porque, a fin de cuentas, todos estamos preocupados. Sembramos alegría y varios se acercaron a agradecer, porque lo de Siria o Francia es un detonante de lo que pasa todos los días; entonces poder llevar esto adelante, tratando de agrupar a todos, dándonos cuenta que todos tenemos la misma condición humana, nos invita a seguir y, a partir de ahí, comienza a surgir el respeto por la vida, la tolerancia, el amor, la paz, y todo este dolor.”
La reflexión última es la siguiente: “Yo creo en el cambio, porque esta semillita es un montón. En nosotros por ahí no, porque ya estamos perdidos, pero sí en los nenes chiquitos, que hoy estuvieron acá, que son los futuros pensadores de los futuros conflictos.-detalla Angie.- En otras partes del mundo también se hicieron estos encuentros, espontáneos y auto convocados, en que se expresa la gente común y la semilla se planta de verdad, por convicción.” Y culmina- “Vamos a dejar que se vaya construyendo. No somos de las que provocan y que arman: no nos gustaría que se gestara una fecha determinada por mes… Queremos que sea una suma de voluntades, que un día cualquiera surja de juntarnos. Lo importante es poder encontrarse en persona, y poder dar un abrazo al otro. Este es el cambio más grande, porque empieza de la base, desde el pie, desde adentro, y es el que hace mover todo.”
Para darle un cierre portentoso al encuentro, hasta nosotros recibimos ese abrazo prometido al apretar el botón de stop del grabador y partir rumbo a nuestras casas.

      

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