viernes, 3 de noviembre de 2017

Recordando al Maestro Ismael Jaka

Nora Solfanelli es una reconocida profesora de Ballet en Tres Arroyos.
Por María Sol Medek
El miércoles por la tarde, se llevó a cabo, en la sala mayor del Museo Mulazzi, un gran homenaje al gran maestro de danza Ismael Jaka, fallecido en 1989, debido a una larga enfermedad. El encuentro duró más de dos horas y fue con entrada libre y gratuita. Estuvieron a cargo de la organización Nora Solfanelli y Aldo López Sansón.
Ismael Jaka fue una persona de mucho peso en la cultura tresarroyense. La idea del evento fue convocar a todas las personas que trabajaron con él o que lo conocieron de una u otra manera. Una especie de reencuentro. También hubo una muestra en la sala vecina, con objetos personales del maestro, objetos del teatro Colón, con una muestra de dibujos de Aldo López Sansón, cosas que tienen mucho valor. Dicha muestra se encontrará hasta el 15 de noviembre en la sala que, precisamente, lleva su nombre: “Sala Ismael Jaka”.
Nora Solfanelli, contó que él nació en Santa Fe, estudió en el Teatro Colón y fue bailarín de allí. Luego se fue y fundó su propio Ballet, con el que recorrió todo el país. “Cuando ya se retiraba de la danza, había venido varias veces a bailar aquí y le había gustado el público, había hecho varias amistades. Dijo que el día que dejara la danza, posiblemente vendría para acá a enseñar. Y lo cumplió”, agregó Nora.
La otra sala del Museo Mulazzi lleva su nombre, debido a todo lo que aportó a la cultura de Tres Arroyos. Es una sala que está abierta al arte de la comunidad, se hacen exposiciones de todo el mundo.
“El era una persona que no solamente estaba relacionado con la danza, también con la pintura, la escultura, trabajó en el Conservatorio dando clases de expresión corporal, tenía su propio estudio de danza, también trabajó con el Club Español. Estaba en todos los niveles culturales”, explicó Nora.
Por otra parte, Aldo López Sansón, médico, estudiante del Colón, ex bailarín y dibujante, proveniente de Buenos Aires, contó que Ismael fue muy conocido. “Fui a entregar los flyers y todo el mundo lo conocía, todos tenían algo para contar sobre él. Esa movida cultural no se repitió más”, indicó Aldo.
Fue una excelente presentación, ambientada con música clásica. Una charla en la que cada uno de los participantes contó anécdotas diferentes, vividas junto al maestro. Hubo mucha emoción, aplausos, risas, y algunas lágrimas también.
Interesante recordatorio de Nora Solfanelli:
“Era mi primer año de danza, con apenas ocho años. Él era muy exigente como maestro. Había que bancarse su carácter y su disciplina. Mi mamá me había llevado de prepo, porque yo no quería ir a aprender. Era una situación económica muy difícil, en ese momento era ‘la pobre’ de la clase. Así me llamaban algunas compañeras, que me hacían la vida bastante imposible. Pensé que el profesor no lo sabía. Yo siempre estaba en primera fila, el maestro siempre me ponía como ejemplo. Y un día marcó una combinación y me retó, se sabía que si cometía un error pasaría a la segunda fila, de ahí pasé a la tercera y luego a la cuarta. Y me siguió retando y gritando hasta que no pude contener el llanto. Por supuesto, había dos o tres que lo disfrutaban, yo era la princesita de la clase y había caído en desgracia. Él estaba muy enojado, se fue al fondo y me agarró del brazo. Me sacó al patio y yo lloraba desesperadamente. Todas miraban por la ventana. Se arrodilló, sacó el pañuelo que llevaba siempre en el bolsillo de atrás y me dijo que me secara las lágrimas porque solo lloraban los niños tontos, y yo era muy inteligente. Me tomó de la mano y me dijo que él me quería mucho más de lo que yo pensaba, así que que me limpiara la nariz y dejara de llorar. Me preguntó si comía naranja y yo le dije que sí. Me preguntó cómo la comía y le dije que la ponía sobre la mesa, la apretaba para obtener el jugo y después las abría en el lugar donde está el cabito, las chupaba, le sacaba el resto del jugo y las terminaba de comer. ‘Ah, como los bailarines’, me dijo. Yo no entendía nada. Y me explicó: ‘Al principio cuando vos tomás una naranja, está dura. Igual que los bailarines. El maestro tiene que amasijarlos, gastarlos para adquirir el jugo y después viene el disfrute. Eso es lo que sos vos para mí. Mi naranjita. Así que señorita, se seca las lágrimas, levanta la cabeza y vuelve a la clase. De hoy en adelante no voy a perdonarte nada. Y además, entrás al salón con la cabeza bien alta y le mostrás a ese montón de niñas tontas que se burlan de vos, que aquí no vale el dinero de papá, sino el trabajo y el valor de las alumnas’.
Al final de la clase, les dio una lección a todas y les dijo: ‘lloren el día que no les grite, lloren el día que no les exija, lloren el día que no las corrija varias veces, porque ese día estaré convencido de que no valen la pena’.  (Aplausos)

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