lunes, 10 de noviembre de 2014

Y finalmente, se casaron


Por Iara Fortunato
 
Un banquete exquisito
El hall de entrada de Colón 80 se transformó en la recepción de una fiesta. Se celebraban las Bodas de Fígaro. Unas bruschetas con fiambre de carne de cerdo picada y salsa a base de huevo y limón estaban dispuestas en la mesa de entrada. Los invitados, algo tímidos, se acercaban y probaban. A la izquierda, una mesa de tragos. Quizás lo que todos querían con ansias.
Pasados treinta minutos de las 21, alguien pidió silencio: venían los novios y había que recibirlos con ganas. Susana y Fígaro entraron primero. Detrás de ellos, los padrinos: el Conde y la Condesa. La emoción se compartió en abrazos, miradas, besos, fotos.
Fígaro se dispuso a hacer las veces de barman y sirvió daikiris de durazno y frutilla para celebrar, mientras Susana lo buscaba para que los fotografiaran. Algunos envidiosos murmuraban que no se iba a celebrar tal boda.
Luego de bailar el vals, los invitados se apuraron a entrar para ser partícipes de la unión entre los novios.
 
La boda
Fígaro y Susana preparan su boda, pero el conde de Almaviva, no deseaba renunciar al derecho de pernada y se ha encaprichado de ella. En tanto, la condesa está dolida y decepcionada por las escapadas del incorregible marido. 
Los actores en escena

Los celos de la condesa y las imprudentes artimañas de Fígaro y Susana para esquivar la voluntad del conde dan lugar a una serie complicadísima de intrigas. La condesa se ve cada vez más envuelta en una peligrosa desviación, delicadamente insinuada, debida a la simulada pasión de Fígaro y al ardor amoroso del precoz paje Cherubino, ansioso de amor, siempre inocente y siempre destinado a dejarse sorprender por los maridos celosos en las situaciones más comprometedoras.
Desde la presentación en el salón, se veía que esta ópera traía sorpresas bajo el brazo. Y así fue. La habilidad de los personajes tanto para la actuación como para lo musical fue impecable. Pero lo que llamó la atención fue el dinamismo y la gracia con la que manejaron el espectáculo. No se trató de una ópera clásica, donde los espectadores no tenemos ningún tipo de conexión con los actores. Todo lo contrario: Susana, Cherubino, la condesa, bajaron de las tablas y se pasearon por entre las butacas.
Incluso se atrevieron a innovar desde lo estético: los hombres colorearon su cabello y barba con tinturas flúo y, junto a las mujeres, usaron accesorios también flúo para adornar sus vestimentas.
Luego del final de la obra (y de un nuevo brindis), Periodismo en Redacción habló con Paola Polinori, quien interpretó a la Condesa, y con Ximena Tassara, quien se puso en el papel de Susana.
 
PeR:- ¿Cuánto tiempo llevan cantando lírico?
Paola Polinori (Condesa):- 10 años.
Ximena Tassara (Susana):- Desde que empecé a estudiar hasta que me decidí a cantar lírico, te diría que arranqué a estudiar bien en el 2006. Ahí, más o menos, me encaminé del todo. En el “conser” estoy desde el 2000.
 
PeR: - ¿De dónde surge la idea del taller de ópera?
P.P.:- El taller de ópera es una materia más de la carrera del profesorado de canto. Aprendemos mucho con Felipe (Hirschfeldt) y está bueno esto de tener una experiencia en ópera. La cursamos todos los años desde que empezó.
X. T.:- Es una materia del ciclo superior, una vez que arrancás la carrera, a partir de FoBa (Formación Básica) tenés Práctica Escénica. Esa materia también la da Felipe. Empezás a ver áreas de ópera desde chica y con él lo que se trabaja es la parte corporal, la puesta en escena, y el taller de ópera es un espacio de producción. En este proyecto hicimos “Dido y Eneas” (2010), “Orfeo y Euridice” (2011), “La ópera de los tres centavos” (2012-2013). Cada año se trabaja un proyecto nuevo. Como experiencia para lo que después uno hace profesionalmente es genial porque no hay mucha diferencia. La diferencia es que después en el espacio profesional te encontrás con muchas mayores irregularidades que lo que uno hace en el taller.
 
PeR:- ¿Qué ven de positivo de hacer un espectáculo de ópera más orientado a la comedia, abierto a todo el público?
X.T.:- Romper con las estructuras, por un lado, y romper con el prejuicio. El prejuicio de “Voy a ver una ópera y me aburro”.
P. P.:- El “no participo”. Acá lo que tratamos de hacer es acercarnos al espectador también, hacerlo participar y divertirnos, obviamente, haciendo esto.
X. T.:- Bajar del escenario, acercarse a la gente, es algo que sale de lo común. No se lo esperan.

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