viernes, 7 de septiembre de 2012

Cómo entrar en el reino de los pájaros


                                                                                                    Por  Marcelo C. Tedesco
Alguna vez escuché que carece de lógica que personas recorran miles de kilómetros sólo para hacer un vuelo. Que gasten miles de pesos -que seguramente necesitan para otra cosa- en una tela, sogas, ropa y otros trastos. No tiene lógica. Ni razón de ser. Pero para quienes tienen alma de pájaro, como decía Pascal “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Por eso ellos vuelan en parapente…
“El hombre podrá someter el aire a su voluntad”
“El objeto que golpea el aire hace una fuerza igual a la del aire que golpea el objeto. Tú ves que el batir de las alas contra el aire sostiene al águila en el aire más alto; ves también al aire llenar las velas infladas y empujar al navío pesadamente cargado. De estas pruebas puedes deducir que el hombre, con sus alas actuando contra la resistencia del aire, podrá victoriosamente someterlo a su voluntad y elevarse por encima de él” (Leonardo Da Vinci, “El códice del vuelo de los pájaros”, año 1505 dC.)
Hace más de cinco siglos el visionario Da Vinci ya estudiaba la forma de volar de las aves y su relación con los movimientos de los hombres. Sin embargo, debieron pasar muchos siglos para que los sueños del genio se hagan realidad. Hoy, cuesta imaginar una forma de vuelo más libre –y más gratificante- que colgando bajo un parapente.
Este artefacto tiene su origen en los vuelos que Otto Lilienthal realizó desde una colina cerca de Berlín a fines de 1880, recorriendo hasta 400 metros con un planeador construido por él. Luego, con los hermanos Wright, se abrió un paréntesis, ya que el surgimiento del motor acaparó toda la atención. Medio siglo más tarde, Francis Rogallo –un ingeniero de la NACA (predecesora de la NASA)- trabajó en su tiempo libre en un ala flexible como alternativa a la cada vez más costosa  aviación tradicional. Él y su esposa Gertrude patentaron en 1949 el principio del “ala delta”.
En 1965 David Barish despegó a pie con una cometa de 5 lóbulos muy alargada, que planeaba el doble que los mejores paracaídas cuadrados y los primeros parapentes. Aunque su idea quedó en el olvido, es el pionero del despegue a pie. Más de una década transcurrió hasta que un grupo de paracaidistas franceses comenzó a practicar aterrizajes de precisión despegando a la carrera por algunas laderas, en lugar de pagar remontes de avión. Con la práctica se olvidaron de las dianas y se concentraron en permanecer más tiempo volando, buscando el mejor planeo. A mediados de los ’80 un grupo de suizos, alemanes, franceses y austríacos decidieron unirse para trabajar en la investigación y el desarrollo del parapente. Con los años, dejó de ser un experimento de paracaidistas, y se desplegó como deporte autónomo.
¿Con eso se vuela?
“Para poder ciar la verdadera ciencia del movimiento de los pájaros en el aire, es preciso dar primero la ciencia de los vientos; la cual explica los movimientos del agua tanto como sus propios movimientos; y esta ciencia servirá por sí misma de escala para llegar al conocimiento de los volátiles en el aire y en el viento…”  
Un parapente es ni más ni menos que un ala flexible de tela, en la cual el aire entrante por su frente "presiona" el interior. A una velocidad horizontal dada, su forma aerodinámica le permite obtener lo que se buscó por siglos: la sustentación. A diferencia del paracaídas se utiliza una vez inflado, y recién después comienza a volar. Para ello se utilizan corrientes de aire denominadas dinámica y térmica, que son las mismas con las que vuelan los planeadores y las alas delta.
Dice Willy Gadd en su libro Técnicas de vuelo en térmicas: “Mi aspecto favorito del vuelo sin duda son las térmicas; de hecho, el vuelo en térmica puede ser lo que más me gusta en la vida. No hay nada como enganchar una térmica fuerte de bordes bien definidos y montarla hacia arriba unos 3000 metros. Mi parte menos favorita del vuelo también son las térmicas; esos días donde todos suben volando derecho y vos caés como un piano hasta abajo, repetidamente. En esos días te alegra haber aterrizado solo para que nadie escuche tus gritos”.
Para no caer como un piano y dominar al viento es necesario, primero, conocerlo. La duración de un curso depende mucho del tiempo disponible del alumno y de las condiciones climáticas del lugar. Si bien pueden extenderse entre 30 y 90 días, en algunos casos se está volando en menos tiempo. La capacitación incluye técnicas de control de la aeronave en tierra, meteorología, aerodinamia, técnicas de vuelo, reglas de tránsito aéreo, materiales y dominio del ala en tierra, y hasta primeros auxilios.
Actualmente, los diseños de parapentes hacen que cualquier persona pueda volar, independientemente de su edad, su peso o su tamaño corporal: desde un niño hasta una persona mayor. “En el último viaje nos acompañó Pedro Sciumbre, un piloto que tiene 78 anos de edad que sigue disfrutando del vuelo libre. Incluso, quienes quieren probar sin hacer un curso pueden hacer un vuelo biplaza con algún instructor capacitado. Sólo hay que decidirse y dejar que el piloto se haga cargo de todo”, aclara Lucas Mansilla. Él tiene 29 años, y dirige una escuela de vuelo con parapente en Bahía Blanca. Es mecánico dental, pero aclara que eso es lo que hace “entre estar volando y estar volando”.
En Argentina la certificación de los instructores es otorgada por la Federación Argentina de Vuelo Libre, donde se deben rendir exámenes y completar otros requisitos. “Aunque lamentablemente aún hay quienes dictan cursos sin tener la capacitación ni el reconocimiento correspondiente”, agrega Lucas.
 Consultado sobre los riesgos, dice que “hay que entender que es un deporte de alto riesgo si no se lo practica a conciencia y entendiendo los por qué de cada cosa. Seguramente habrá quien diga ‘yo aprendí solo y no pasa nada…’ Esta persona cuenta con una cuota adicional de suerte o simplemente no vuela. Subir 100, 300 o 1000 metros con un remolque, planear y aterrizar sin entender por qué, o comprender cómo se comporta el flujo de aire al pasar por el perfil de tu aeronave, sin saber como resolver un problema, no es volar”.
“Como todo deporte no convencional, requiere de una excelente capacitación, concentración y conocimiento de los materiales y equipamiento a utilizar. Además, los chequeos que uno debe hacer permanentemente hacen que los riesgos queden minimizados”, agrega.
Cómo y dónde
“El hombre volante debe estar libre a partir de la cintura para poder balancearse, como se hace en una barca, a fin de que el centro de gravedad en él y en su máquina, pueda variar según lo exija la necesidad…”
En Argentina con la ayuda de remolques se vuela en prácticamente todo el país. Muchos lugares presentan excelentes condiciones naturales para practicar este deporte, y constantemente aparecen en zonas serranas o montañosas nuevos centros de vuelo. Entre los más conocidos están el Cerro La Cruz, en la capital riojana, el Cerro Arco en la ciudad de Mendoza, Cuchi Corral en La Cumbre (Córdoba) y Corralito, Autodromo y la Cuesta del Obispo en Salta. El encuentro más importante del país se organiza anualmente en Loma Bola (Tucumán) en agosto. Este año asistieron 230 pilotos de todo el mundo. Allí, la escuela de Lucas Mansilla –donde llegó con quince alumnos- tuvo dos menciones especiales: por ser la que más pilotos femeninos inscribió, y por llevar al participante más austral, ya que una de ellas llegó desde Ushuaia.
Consultado sobre el mejor lugar, Lucas comparte: “esto depende mucho de cada piloto. Personalmente creo que el mejor sitio que tiene la Argentina es El Bolsón”. Su corazoncito está allí porque en ese valle pasa la temporada estival trabajando como piloto biplaza, llevando a volar turistas. Además, dictando cursos de adaptación al vuelo de montaña y como instructor asistente en los cursos de Simulación de Incidentes de Vuelo (SIV) sobre el agua, en el Lago Gutiérrez.
Sobre la época, muchos coinciden en que la mejor es el verano, ya que el sol pasa por la vertical y calienta el piso durante más tiempo, generando buenas y potentes corrientes de aire caliente que permiten mantenerse en vuelo durante horas. En el invierno también existen estas corrientes pero son más débiles y no permiten a los pilotos alcanzar mucha altura.
El sueño del alma de pájaro
“Está en el poder del hombre efectuar todos los movimientos del pájaro, pero no con la misma potencia. Diré pues, que a ese instrumento compuesto por el hombre no le falta más que el alma del pájaro, la cual debe estar hecha según el alma del hombre...”
Sobre lo que más le gusta de este deporte, confiesa: “sentirme libre, viajar, conocer nuevos lugares, hacer amigos, compartir la experiencia de cada vuelo con un alumno, un compañero o un pasajero, emocionarme hasta las lágrimas cuando estoy en una térmica a 3500 metros de altura junto a un grupo de cóndores, en medio de los Andes”
 “Creo que inconscientemente estamos satisfaciendo nuestro mas primitivo sueno. El hombre quiere volar desde que es hombre. Nosotros, con nuestro querido trapo que cabe dentro de una mochila, podemos hacerlo de la manera en que lo soñó el primero que levantó la cabeza y envidió a los pájaros: sintiéndonos libres, con el viento en la cara, percibiendo olores, calor y frío, y disfrutando completamente de los colores, los relieves, los paisajes que uno mira desde abajo. Sinceramente, es indescriptible” dice, y se le ilumina la cara. La amistad que lo une desde hace años a quien esto escribe lo lleva a cerrar la entrevista con un “¿te dieron ganas? Ojo, porque si probás no hay vuelta atrás…”
Hace poco más de un siglo el hombre aún miraba a las aves imaginando entrar en su reino. Hoy, ese sueño se ha cumplido, y cuesta pensar una forma más despojada de volar que con un parapente. Por suerte, la ciencia y la técnica siempre pueden sorprendernos y enseñarnos que quizás, los mejores sueños están por venir.
Qué hace falta
Un equipo completo para comenzar consta de: parapente, silla o arnés, paracaídas de emergencia, casco, radio, GPS y altibarómetro. Pueden utilizarse también sondas de viento y algunos otros elementos no indispensables, pero que brindan mayor conocimiento de las condiciones de vuelo. Todo el conjunto usado pero chequeado, cuesta aproximadamente 1500 dólares, mientras que uno nuevo de última generación puede llegar a 3500 o más. Los hay de diversas tallas, dependiendo el tamaño y peso del cuerpo. Usualmente las escuelas poseen todo este material para prestar y facilitar el aprendizaje sin comenzar con grandes erogaciones.

Más datos:
Federación Argentina de Vuelo Libre: www.favl.org.ar

Bahía Parapente
Lucas Mansilla, instructor certificado FAVL
(0291) 155012616
bahiaparapente@gmail.com

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