Por Marcelo C. Tedesco
Alguna vez
escuché que carece de lógica que personas recorran miles de kilómetros sólo
para hacer un vuelo. Que gasten miles de pesos -que seguramente necesitan para
otra cosa- en una tela, sogas, ropa y otros trastos. No tiene lógica. Ni razón
de ser. Pero para quienes tienen alma de pájaro, como decía Pascal “el corazón
tiene razones que la razón no entiende”. Por eso ellos vuelan en parapente…
“El hombre
podrá someter el aire a su voluntad”
“El objeto
que golpea el aire hace una fuerza igual a la del aire que golpea el objeto. Tú
ves que el batir de las alas contra el aire sostiene al águila en el aire más
alto; ves también al aire llenar las velas infladas y empujar al navío
pesadamente cargado. De estas pruebas puedes deducir que el hombre, con sus
alas actuando contra la resistencia del aire, podrá victoriosamente someterlo a
su voluntad y elevarse por encima de él” (Leonardo Da Vinci, “El códice del vuelo
de los pájaros”, año 1505 dC.)
Hace más de
cinco siglos el visionario Da Vinci ya estudiaba la forma de volar de las aves
y su relación con los movimientos de los hombres. Sin embargo, debieron pasar
muchos siglos para que los sueños del genio se hagan realidad. Hoy, cuesta
imaginar una forma de vuelo más libre –y más gratificante- que colgando bajo un
parapente.
Este
artefacto tiene su origen en los vuelos que Otto Lilienthal realizó desde una
colina cerca de Berlín a fines de 1880, recorriendo hasta 400 metros con un
planeador construido por él. Luego, con los hermanos Wright, se abrió un
paréntesis, ya que el surgimiento del motor acaparó toda la atención. Medio
siglo más tarde, Francis Rogallo –un ingeniero de la NACA (predecesora de la NASA )- trabajó en su tiempo
libre en un ala flexible como alternativa a la cada vez más costosa aviación tradicional. Él y su esposa Gertrude
patentaron en 1949 el principio del “ala delta”.
En 1965 David
Barish despegó a pie con una cometa de 5 lóbulos muy alargada, que planeaba el
doble que los mejores paracaídas cuadrados y los primeros parapentes. Aunque su
idea quedó en el olvido, es el pionero del despegue a pie. Más de una década
transcurrió hasta que un grupo de paracaidistas franceses comenzó a practicar
aterrizajes de precisión despegando a la carrera por algunas laderas, en lugar
de pagar remontes de avión. Con la práctica se olvidaron de las dianas y se
concentraron en permanecer más tiempo volando, buscando el mejor planeo. A
mediados de los ’80 un grupo de suizos, alemanes, franceses y austríacos
decidieron unirse para trabajar en la investigación y el desarrollo del
parapente. Con los años, dejó de ser un experimento de paracaidistas, y se desplegó
como deporte autónomo.
¿Con eso se
vuela?
“Para poder
ciar la verdadera ciencia del movimiento de los pájaros en el aire, es preciso
dar primero la ciencia de los vientos; la cual explica los movimientos del agua
tanto como sus propios movimientos; y esta ciencia servirá por sí misma de
escala para llegar al conocimiento de los volátiles en el aire y en el viento…”
Un parapente
es ni más ni menos que un ala flexible de tela, en la cual el aire entrante por
su frente "presiona" el interior. A una velocidad horizontal dada, su
forma aerodinámica le permite obtener lo que se buscó por siglos: la
sustentación. A diferencia del paracaídas se utiliza una vez inflado, y recién
después comienza a volar. Para ello se utilizan corrientes de aire denominadas
dinámica y térmica, que son las mismas con las que vuelan los planeadores y las
alas delta.
Dice Willy
Gadd en su libro Técnicas de vuelo en térmicas: “Mi aspecto favorito del vuelo
sin duda son las térmicas; de hecho, el vuelo en térmica puede ser lo que más
me gusta en la vida. No hay nada como enganchar una térmica fuerte de bordes
bien definidos y montarla hacia arriba unos 3000 metros . Mi parte
menos favorita del vuelo también son las térmicas; esos días donde todos suben
volando derecho y vos caés como un piano hasta abajo, repetidamente. En esos
días te alegra haber aterrizado solo para que nadie escuche tus gritos”.
Para no caer
como un piano y dominar al viento es necesario, primero, conocerlo. La duración
de un curso depende mucho del tiempo disponible del alumno y de las condiciones
climáticas del lugar. Si bien pueden extenderse entre 30 y 90 días, en algunos
casos se está volando en menos tiempo. La capacitación incluye técnicas de
control de la aeronave en tierra, meteorología, aerodinamia, técnicas de vuelo,
reglas de tránsito aéreo, materiales y dominio del ala en tierra, y hasta primeros
auxilios.
Actualmente,
los diseños de parapentes hacen que cualquier persona pueda volar, independientemente
de su edad, su peso o su tamaño corporal: desde un niño hasta una persona
mayor. “En el último viaje nos acompañó Pedro Sciumbre, un piloto que tiene 78
anos de edad que sigue disfrutando del vuelo libre. Incluso, quienes
quieren probar sin hacer un curso pueden hacer un vuelo biplaza con algún
instructor capacitado. Sólo hay que decidirse y dejar que el piloto se haga
cargo de todo”, aclara Lucas Mansilla. Él tiene 29 años, y dirige una escuela
de vuelo con parapente en Bahía Blanca. Es mecánico dental, pero aclara que eso
es lo que hace “entre estar volando y estar volando”.
En Argentina
la certificación de los instructores es otorgada por la Federación Argentina
de Vuelo Libre, donde se deben rendir exámenes y completar otros requisitos.
“Aunque lamentablemente aún hay quienes dictan cursos sin tener la capacitación
ni el reconocimiento correspondiente”, agrega Lucas.
Consultado
sobre los riesgos, dice que “hay que entender que es un deporte de alto riesgo
si no se lo practica a conciencia y entendiendo los por qué de cada cosa.
Seguramente habrá quien diga ‘yo aprendí solo y no pasa nada…’ Esta persona
cuenta con una cuota adicional de suerte o simplemente no vuela. Subir 100, 300
o 1000 metros
con un remolque, planear y aterrizar sin entender por qué, o comprender cómo se
comporta el flujo de aire al pasar por el perfil de tu aeronave, sin saber como
resolver un problema, no es volar”.
“Como todo
deporte no convencional, requiere de una excelente capacitación, concentración
y conocimiento de los materiales y equipamiento a utilizar. Además, los
chequeos que uno debe hacer permanentemente hacen que los riesgos queden
minimizados”, agrega.
Cómo y dónde
“El hombre
volante debe estar libre a partir de la cintura para poder balancearse, como se
hace en una barca, a fin de que el centro de gravedad en él y en su máquina,
pueda variar según lo exija la necesidad…”
En Argentina
con la ayuda de remolques se vuela en prácticamente todo el país. Muchos
lugares presentan excelentes condiciones naturales para practicar este deporte,
y constantemente aparecen en zonas serranas o montañosas nuevos centros de
vuelo. Entre los más conocidos están el Cerro La Cruz , en la capital riojana,
el Cerro Arco en la ciudad de Mendoza, Cuchi Corral en La Cumbre (Córdoba) y
Corralito, Autodromo y la
Cuesta del Obispo en Salta. El encuentro más importante del
país se organiza anualmente en Loma Bola (Tucumán) en agosto. Este año
asistieron 230 pilotos de todo el mundo. Allí, la escuela de Lucas Mansilla –donde
llegó con quince alumnos- tuvo dos menciones especiales: por ser la que más
pilotos femeninos inscribió, y por llevar al participante más austral, ya que
una de ellas llegó desde Ushuaia.
Consultado
sobre el mejor lugar, Lucas comparte: “esto depende mucho de cada piloto.
Personalmente creo que el mejor sitio que tiene la Argentina es El Bolsón”. Su
corazoncito está allí porque en ese valle pasa la temporada estival trabajando
como piloto biplaza, llevando a volar turistas. Además, dictando cursos de
adaptación al vuelo de montaña y como instructor asistente en los cursos de Simulación
de Incidentes de Vuelo (SIV) sobre el agua, en el Lago Gutiérrez.
Sobre la
época, muchos coinciden en que la mejor es el verano, ya que el sol pasa por la
vertical y calienta el piso durante más tiempo, generando buenas y potentes
corrientes de aire caliente que permiten mantenerse en vuelo durante horas. En
el invierno también existen estas corrientes pero son más débiles y no permiten
a los pilotos alcanzar mucha altura.
El sueño del
alma de pájaro
“Está en el
poder del hombre efectuar todos los movimientos del pájaro, pero no con la
misma potencia. Diré pues, que a ese instrumento compuesto por el hombre no le
falta más que el alma del pájaro, la cual debe estar hecha según el alma del
hombre...”
Sobre lo que
más le gusta de este deporte, confiesa: “sentirme libre, viajar, conocer nuevos
lugares, hacer amigos, compartir la experiencia de cada vuelo con un alumno, un
compañero o un pasajero, emocionarme hasta las lágrimas cuando estoy en una
térmica a 3500 metros
de altura junto a un grupo de cóndores, en medio de los Andes”
“Creo
que inconscientemente estamos satisfaciendo nuestro mas primitivo sueno. El
hombre quiere volar desde que es hombre. Nosotros, con nuestro querido trapo
que cabe dentro de una mochila, podemos hacerlo de la manera en que lo soñó el
primero que levantó la cabeza y envidió a los pájaros: sintiéndonos libres, con
el viento en la cara, percibiendo olores, calor y frío, y disfrutando
completamente de los colores, los relieves, los paisajes que uno mira desde
abajo. Sinceramente, es indescriptible” dice, y se le ilumina la cara. La
amistad que lo une desde hace años a quien esto escribe lo lleva a cerrar la
entrevista con un “¿te dieron ganas? Ojo, porque si probás no hay vuelta
atrás…”
Hace poco más
de un siglo el hombre aún miraba a las aves imaginando entrar en su reino. Hoy,
ese sueño se ha cumplido, y cuesta pensar una forma más despojada de volar que
con un parapente. Por suerte, la ciencia y la técnica siempre pueden
sorprendernos y enseñarnos que quizás, los mejores sueños están por venir.
Qué hace
falta
Un equipo
completo para comenzar consta de: parapente, silla o arnés, paracaídas de
emergencia, casco, radio, GPS y altibarómetro. Pueden utilizarse también sondas
de viento y algunos otros elementos no indispensables, pero que brindan mayor
conocimiento de las condiciones de vuelo. Todo el conjunto usado pero
chequeado, cuesta aproximadamente 1500 dólares, mientras que uno nuevo de
última generación puede llegar a 3500 o más. Los hay de diversas tallas,
dependiendo el tamaño y peso del cuerpo. Usualmente las escuelas poseen todo
este material para prestar y facilitar el aprendizaje sin comenzar con grandes
erogaciones.
Más
datos:
Federación
Argentina de Vuelo Libre: www.favl.org.ar
Bahía
Parapente
Lucas
Mansilla, instructor certificado FAVL
(0291)
155012616
bahiaparapente@gmail.com
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