martes, 23 de octubre de 2018

Al servicio de los menos privilegiados


Guadalupe Goñi
Los niños después de la merienda y una tarde de diversión.
Todos los sábados por la tarde un grupo de alumnos, ex alumnos y catequistas del colegio La Inmaculada se reúne en las instalaciones de la capilla San Javier para ofrecer su tiempo brindando servicios de apoyo escolar y juegos a los niños y niñas del barrio Villa Delfina.
Las tardes comienzan cuando llegan los primeros animadores y algún que otro catequista. Llegan en colectivo o en auto, en grupos de dos, tres y hasta diez. Hay,  incluso, quienes se encargan de ir a buscar a los niños a sus casas y llevarlos hasta la capilla. En poco tiempo después de las tres de la tarde, tanto las aulas, como el patio y la cancha de fútbol de enfrente se encuentran llenas de chiquitos correteando de acá para allá.
Una de las aulas tiene una larga mesa de madera, en donde los presentes dibujan y pintan con lápices, témperas o acuarelas; se divierten con juegos de mesa, como el Monopoly, bloques para armar distintas figuras o juegos de preguntas y conocimientos. Las dos aulas restantes se destinan a aquellos interesados en recibir ayuda con sus tareas del colegio, y en general suelen tener un ambiente más tranquilo que la primera. En el patio, recientemente se recibió una donación de una hamaca, una calesita y un tobogán, por lo que no es de extrañar la euforia y alegría de los niños. Pueden salir a jugar en la vereda también, si el día está lindo.
Hasta el año pasado se encontraban divididos por colores: azul para el sector de apoyo escolar adolescente; rojo para el de apoyo escolar de los más chiquitos; y amarillo para quienes todavía no alcanzaban la edad escolar. Este año la organización cambió y se simplificó en tres áreas: apoyo escolar, arte y deporte.
La propuesta vino de parte de los catequistas, Yani (Juan Ignacio Matrangolo) y Pili (Victoria Podestá), que hace tres años vieron en los alumnos del colegio el deseo de lograr algo más que el proyecto solidario propio de cada curso. Su primer instinto fue pensar en alguna acción solidaria articulada con la parroquia Santa Teresita. Allí, un grupo de mamás plantearon la necesidad de un espacio de apoyo escolar para los niños del barrio Plan Federal. El problema residía en la lejanía del barrio de la parroquia, entonces cuando consultaron con la capilla San Javier las autoridades se mostraron abiertos y finalmente se estableció allí el proyecto. Se decidió convocar a los alumnos de quinto y sexto año, que ya presentan la madurez necesaria para lidiar con los desafíos que las distintas realidades les imponen.
Yani dice que la magia está en la identificación que sienten los chicos con el lugar, se sienten parte. Lo que más disfruta es la sensación de sentirse útil para ayudar a otros, ver cómo se va dando el proceso de maduración de los alumnos del colegio, así como el compromiso de cada uno con los niños y sus familias.
Liliana Paniagua es profesora de matemática del Colegio La Inmaculada. La invitaron a formar parte del proyecto y un día se animó a ir. “Volví con las pilas renovadas. Vengo por lo que recibo y no por lo que doy. Encontré mi lugar en el mundo. Llego acá y me siento diferente”.
Josefina Benegas tiene dieciocho años y está en el grupo “desde el día uno”. Su momento favorito de la tarde es el abrazo que le dan los chicos cuando llegan: “es un abrazo que te llega tanto”.
Rondando las cinco y media de la tarde los chicos se concentran todos en el patio al grito de “a tomar la leche”. Llega la hora de la merienda, que va variando de semana a semana: desde galletitas hasta torta y alfajores. Todo lo necesario se va juntando a partir de campañas y colectas solidarias en el colegio La Inmaculada, así como de donaciones por parte de terceros y de la propia municipalidad bahiense.
El servicio no se reduce a las actividades de las tardes de los sábados, sino que implica un profundo compromiso con la comunidad, ayudándolos en cada oportunidad posible: ante incendios, inundaciones o cualquier tipo de necesidad material.
Se puede colaborar con leche, azúcar, cacao en polvo, galletitas, alimentos no perecederos, ropa y accesorios de niños/bebes al colegio La Inmaculada o directamente a la capilla San Javier de Villa Delfina.

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