lunes, 25 de abril de 2016

‘Momos Viajantes’: una pareja con el alma al aire

Por Agostina Pitton
La pareja se moviliza gracias a la solidaridad de la gente

El viernes emprendieron el regreso a su viaje los Momos ‘Viajantes’, una pareja que salió desde Bahía Blanca en diciembre del año pasado, para recorrer donde los lleve el camino, buscando aprendizajes y conexión con la Tierra.

Matías Gauna (33) y Andrea Herold (26), son pareja desde hace más de un año, y más allá de su historia particular, los une la conexión por la madre Naturaleza que los animó a emprender este viaje tan incierto como prometedor. Es que, cuando en sus planes coincidieron al querer aprender cómo llevar una vida más amigable con la Tierra, dejaron simplemente que el destino los fuera guiando hasta al fin concretar su sueño.
Habiendo viajado a fines del año pasado, la aventura comenzó por visitar y pacificar los desencuentros desde sus propios entornos, reencontrándose Matías con su familia y sanando vínculos. “Aprendí que son importantes las relaciones familiares y sanarlas. Encontrar que en un lugar que antes te ibas escapándote hoy te cuesta irte. Y es nutritivo también para el viaje: saber que en casa está todo tranquilo, y que te apoyan y te aman”- reflexiona Matías.
Conectando con compañeros de ruta y con sus sentidos

A partir de esa primera escala fueron subiendo, muy de a poco, pero recorriendo pueblos, donde el objetivo central se mantuvo en pie: aprender. Al principio de todo, el punto era conocer realidades diferentes y lugares. Pero la vocación humana de estos dos jóvenes poco a poco se fue transformando para hacer de ello un viaje más profundo que de simple disfrute. Fue entonces que se inclinaron por esta curiosidad para encaminarla a un punto más importante: aprender técnicas para crecer y más adelante compartir, con fines de lograr un desarrollo más amigable con el planeta.
La filosofía de esta pareja se inclina hacia el veganismo como estilo de vida, basándolo no sólo en el respeto por los animales, sino de un todo armónico que involucre a la Madre Tierra en su esplendor de fuente de vida. “Esto es tan gigante, tan hermoso, tan imponente, que no te entra en la cabeza cómo el ser humano no lo puede valorar lo suficiente como para hacer todo su máximo esfuerzo para dejar de destruirlo”- detallan de su experiencia. 

A medida que fueron avanzando en el viaje, de cada lugar se llevaron una enseñanza imborrable. Su primera parada luego de Buenos Aires fue La Cumbrecita, Córdoba, donde comenzaron con un reencuentro puro con la naturaleza. Allí, tuvieron la oportunidad de reconectar los sentidos, de investigar, descubrir nuevos lugares, y nutrirse del paisaje que tantos recursos les brindó. En sus palabras: “Reconociendo la tremenda abundancia que la Tierra tiene para nosotros y para ella misma.” Pasado este primer destino, el viaje continuó hacia la localidad de Los Cocos, en la misma provincia, donde se atrevieron a involucrarse con un proyecto de bio construcción llamado Eco Suyana, en la cual aprendieron técnicas de viviendas sustentables con estilo tradicional pero construida de ‘manera verde’, donde se establecieron por un mes, gracias a la hospitalidad y hermandad que surgió con sus pobladores. 

En las escalas del viaje, fueron conociendo personas que marcaron la diferencia. “Íbamos a dedo, recorriendo de pueblo en pueblo, y conocimos gente hermosa. Desde el primer ingeniero electrónico de Córdoba, ya jubilado, hasta una mamá que iba a una reunión de padres del jardín e igual se ofreció a levantarnos. Pasan cosas hermosas que te das cuenta que no estás solo, que no ESTAMOS solos, que hay gente de buen corazón y te ayuda desinteresadamente.” Luego de este intensivo taller, en que se llevaron muy buenas amistades además de enseñanzas, se dirigieron unos días esta vez sí a disfrutar, en San Marcos Sierra, pero la noticia de que Andrea recibía su título de médica los hizo volver al punto de inicio.
Aunque con cierta sorpresa por la fecha pero sabiendo ya de que esto ocurriría, la pareja retornó a Bahía, aprovechando la ocasión para reencontrarse con sus seres queridos e ir dejando un testimonio. Así ahondaron: “Siento y sentimos que aquellos que tuvimos la suerte de ir a una escuela, una universidad, formarnos, y logramos tener anhelos de conocimiento, tenemos el deber de compartirlo, de informar, de educar de nuevo. Para ayudar a ver a los otros que hay otra forma de vida que trasciende la satisfacción material. Hay que redefinir valores. Porque también vemos que hay mucha gente viviendo en el campo, que tienen todo y se quieren venir a la ciudad para tener un trabajo con sueldo seguro. Hay como una búsqueda de lo contrario, para sentirnos completos en un punto humano. Entonces, es difícil que llegue nueva información a esos lugares: no es cuestión de ir y dejar la información, sino de ponerse a trabajar con ellos. Todavía no hicimos nada, recién estamos aprendiendo para poder algún día volcar esto en ayuda al que lo necesite, al que esté abierto.”



Aprovechando que el 22 también fue el día de la Tierra, dejan una reflexión final antes de subir al tren y retomar su camino: “Hay que tomar conciencia de que la Tierra es nuestra única y gran Madre, y que le debemos la vida y tenemos el deber tácito de entregársela para que toda la humanidad florezca. Tenemos que lograr ser responsables de cada uno de nuestros actos, desde cómo nos alimentamos hasta cómo construimos. Es cuestión de conciencia y de abrir los ojos a lo que de verdad está pasando, a la realidad REAL, que trasciende nuestras realidades individuales. Hay que ver qué le estamos dejando, y pensar también en el mañana de nuestros pequeños, que tengan una educación con un nuevo paradigma para vivir. Que tenga que ver más con la responsabilidad del ser humano, que es vivir acorde a lo que la Tierra nos da, no a lo que queremos de ella. Sino a lo que Ella nos da y, amigablemente, encontrar lo mejor para nosotros también.”   

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